Cuando éramos pequeños en Escaleritas, dibujábamos en la carretera. No había peligro. No pasaban coches. Dibujábamos, jugábamos...
DISTINTOS TONOS DE BLANCO
En aquel tiempo amanecía la calle con grandes trazos de blanco: cientos y de todas las formas posibles habían sido dibujados por manos inexpertas. En cada trazo se adivinaba quién lo había dibujado: trazos gruesos, delgados, sin acabar, con el pulso inseguro...; con líneas horizontales, espirales, en zig-zag..., garabatos, puntos...; rayas cortas, y alargadas como el horizonte, curvas que redondean los guas, curvas como ballestas para apuntar hacia el futuro, muñecas conformadas con rasgos de princesas perdidas en su propia desgracia, a las que tarde o temprano rescatarían príncipes a caballo de esos que por casualidad pasan y actúan con besos salvadores y solucionan los problemas y todo vuelve a ser como antes..., como antes..., como antes.
Y los círculos donde bailan los trompos, y los círculos pequeños donde después de ser muerto en el juego no queda más remedio que ir y descansar, esperando la mano amiga o enemiga que pueda salvarlos para volver a la vida del juego, de la calle, como antes, sí.
Y los tejes. Trazados de formas distintas e iguales con rectas que forman rectángulos grandes que una vez divididos puedan dar cabida a una piedra viva, sí, viva, y a un pie que la desplaza suavemente o no, atravesando rayas y números trazados para poder llegar al final y poder repetir de nuevo. Y cuerpos movidos por un solo pie, y risas alrededor y esperas por turnos para volver a empezar. Y llamadas de las madres y juegos a la vez sin terminar. Y niñas..., niños no.
Niños no. Para ellos sólo trazos de banderas y soldados uniformados de un verde que, por serlo, sólo es producto de la imaginación del que lo traza. ¿Y ayer? Sí, piedras blancas con pelos que se enrevesan en su interior, que riendo tratan de tomar un sorbo de ese aire donde se conforman las líneas y con ellos estar presentes y sonreír y jugar, sí. Y no ser pelo de estopa de esos parecidos a los del estropajo...
Para ellos, rayas hechas con montoncitos de cal, rayas trazadas para vivir la ilusión de ser uno de aquellos... Y trazarlo: un gran rectángulo dividido como aquellos de margarina La Niña que nos servían en la tienda..., perfectos cortes de un cuchillo de ala dulce que ondea sigiloso tras la vida misma: equipos que se enfrentan en los rectángulos, áreas creadas para ser defendidas como los territorios imaginarios defendidos también en sus juegos, y “corners” mal pronunciados, hasta que caen en la cuenta de dónde provienen y se sonríen cuando... Y el tiempo presente los desvela, y a veces, por casualidad, hechos de los que tiene absoluta certeza, se desmoronan y caen , como algunos dicen por su propio peso, y dejan de serlo. Y círculos..., los círculos...
los círculos de distintos tonos de blanco.
viernes, 19 de marzo de 2010
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